12.9.08

La derecha le teme tanto a la cultura, que la desprecia: Leñero

El pretexto para buscar una charla con Vicente Leñero (Guadalajara, 1933) es obtener como primicia sus comentarios acerca de su reciente libro de cuentos, Gente así (Alfaguara).

El motivo real: charlar unos minutos con el maestro de tantas generaciones de periodistas, dramaturgos y escritores para conocer sus puntos de vista acerca del periodismo actual, de la cultura, de las letras.

Es decir, arrancarle una condensadísima cátedra relativa a la más terca de sus pasiones: la escritura. Y no se hace del rogar. Generoso, accede a hablar con La Jornada y sin más afirma: “La derecha ha despreciado mucho la cultura, y se nota. En los informes de gobierno nunca se habla de ella, es una simple mención o está ligada siempre a la tarea educativa.

“Ese desdén a la cultura hace que ésta sea la parte más noble del periodismo, casi la única. Y no es que los priístas hayan sido más cultos, sino que tenían la idea de que había que tratar bien a los intelectuales, un poco para cooptarlos y tenerlos a gusto, para que no metieran broncas o le hicieran ruido al gobierno.

“Entonces, la atención del Estado a la cultura era más generosa. Ahora, la derecha cínicamente no se interesa en la cultura, le temen tanto a las ideas que no las favorecen. Se nota ese desprecio fuerte que se refleja en lo económico o en la promoción de los lugares comunes: Frida Kahlo, la cultura fácil.”

Sólo libreta y lápiz

Leñero habla de “sus tiempos”, como quien regresa de extravagantes victorias en tierras lejanas: “En la escuela Carlos Septién García, donde estudié periodismo, no usábamos grabadora, sólo libreta y lápiz, éramos más ficcionadores, pues había un acuerdo casi tácito entre el entrevistado y el entrevistador de no reproducir las palabras tal como se hace ahora, sino dándole sentido a la idea, hacíamos más esfuerzos de memoria, terminábamos la entrevista y nos íbamos rápido a hacer notas, en la calle, para que no se nos fuera a olvidar.

“La grabadora, a veces para mal, facilitó el periodismo, pero también dio sus ventajas, pues cuando yo reporteaba y hacia una entrevista no quería dejar de darle la cara al entrevistado, al tomar notas me distraía y parecía que se perdía esa atención entre ambos.

“Los reporteros que tenían inquietudes literarias decían ‘yo quiero jubilarme del periodismo para irme a escribir una novela’, no se daban cuenta de que un periodista es, finalmente, un escritor, no se percataban de que los reportajes, sobre todo, funcionan como cuentos, es narrativa, pues ahí se mezclan los límites de la ficción con la realidad.”

Ahora, considera el autor de Los periodistas, “los reporteros se olvidan de que los reportajes tienen la estructura de un cuento y que las entrevistas pueden ser semblanzas de personajes. Ahora, nos limita mucho el tiempo, las características de los diarios. Escribimos pregunta, respuesta, y vámonos, se resolvió el problema. Ahora, reportean hasta con la computadora.

“Escribo en una máquina mecánica, ya no pude entrarle a la computadora, lo intenté un poquito para jugar ajedrez, pero para escribir preferí mi maquinita. Llegué tarde al Internet, y puede ser que lo lamente, porque se puede reportear mucho ahí, ¿verdad?, uno oprime una tecla y ya.

“Pero creo que debe haber alguna diferencia entre escribir y corregir en computadora, o hacerlo a mano. Cuando era chamaco siempre escribía a mano, y me acuerdo de una película donde aparecía un escritor dentro de un submarino, escribía directamente a máquina, y dije, ¡ah, caray!, y me esforcé por hacerlo, con dos dedos, porque nunca aprendí mecanografía.”

Producir el mejor efecto

Leñero prosigue: “También la ficción se reportea, hay que investigar sobre las cosas que uno cuenta. Me gusta mucho, quizá por mi viejo ánimo de periodista, reportear mis cuentos para ser más preciso, exacto y producir el mejor el efecto.

“Los escritores mexicanos siempre hemos tenido mucho miedo de nombrar nuestros entornos, nuestras calles; tenemos un complejo de inferioridad frente a los escritores extranjeros que hablan de su ciudad, por ejemplo de París, como si la conociera todo el mundo.

“Nosotros, si nombramos un parque, tenemos que decir dónde está ubicado, como si nuestra realidad no fuera suficientemente universal. Sólo los escritores rurales de otros tiempos se atrevían más, porque los pueblos eran casi un elemento de ficción.

“También hay el complejo de que uno escribe pensando, soterradamente, que esos libros se van a leer en el extranjero, que van a ser traducidos al inglés o al francés. Mis cuentos no funcionan si son leídos por un gringo o un español como lo hacen aquí en México, pero por lo menos no tengo pretensiones de que mi literatura se conozca en otras partes.

“Hace tiempo sí me preocupaba que toda mi generación se tradujera, que rompiéramos las barreras del país, de nuestros ranchos y fuéramos conocidos en todo el mundo. Pero cuando a uno se le quita ese vano sueño, porque pocos son a los que se traducen, entonces uno empieza a escribir sobre su gente.”

A propósito de su nuevo libro, que aparece en el mercado editorial apenas unas semanas después de su cumpleaños número 75, el autor explica: “para escribir cuentos uno toma personajes de las personas que conoce, por eso pensé que no pasaría nada si de pronto éstos existieran en los relatos con su nombre real.”

Fronteras diluidas

Gente así reúne 17 relatos cuyos protagonistas son desde Julio Scherer hasta Rafael Ramírez Heredia, el campeón ajedrecista Veselin Topalov, o José y María. Las historias dejan perplejo al lector, pues las fronteras entre la verdad y la mentira están totalmente diluidas.

“En el libro hay un juego de descubrir y observar qué es ficción pura, o si la realidad da elementos para la ficción. A los de mi taller les tuve que pedir permiso para utilizar su nombre, no se fueran a enojar, a Gerardo de la Torre también le pregunté si no le molestaba que lo pusiera haciendo locuras, a otros sí les molesta, pero hay que atreverse.

“Trato de que los cuentos estén rodeados de un mundo de realidad periodística. Finalmente, es un juego. Los tiempos que vivimos están mezclando mucho la realidad con la ficción, muchas de las cosas que ocurren parecen ficción; la política mexicana de estos tiempos más parece una novela que una realidad. Sobre ese extremo surgen estos juegos”, puntualiza el escritor.

No quedó claro durante el breve y sabroso encuentro con Leñero si sólo pertenece a la mitología urbana aquello de que “no le gusta dar entrevistas a la prensa”. Lo que sí puede afirmarse es que disfruta compartir el entusiasmo que le provoca el periodismo, así como todo lo que implica el simple, pero seductor, acto de escribir.

Vía | La Jornada

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